Medio día de predicación no fue suficiente para los hambrientos israelitas. Querían más de la palabra de Dios. Así que formaron grupos, con diecisiete ancianos en adición a Esdras, para estudiar la palabra el resto de día. Ellos hacían entender al pueblo la ley: “Y leían en el libro de la ley de Dios claramente, y ponían el sentido, de modo que entendiesen la lectura” (Nehemías 8:7-8).
A medida que el pueblo asimilaba la ley de Dios, empezaron a gemir por sus pecados. “todo el pueblo lloraba oyendo las palabras de la ley” (8:9).
Imagínate esta escena: Cincuenta mil personas esparcidas en un campo abierto, gimiendo por sus pecados al unísono. Como un martillo, la Palabra de Dios había quebrantado su orgullo. Y ahora, el eco de sus gemidos se oía a kilómetros por sobre las montañas.
¿Es esto lo que sucede durante el avivamiento? ¿Es la palabra tan penetrante y poderosa que hace que las personas caigan de rodillas, llorando y arrepintiéndose ante Dios?
Yo he vivido estas santas reuniones. Cuando era un niño, mi familia iba a campamentos en “Aguas Vivientes” en Pennsylvania. La segunda venida de Jesús se predicada con tanto poder y autoridad que todos estaban convencidos de que Cristo regresaría en menos de una hora. Un temor santo invadía a los hermanos que caían sobre sus rostros. Muchos lloraban, como si sus vidas dependieran de un hilo para no caer al infierno, quebrantados, apenados por el pecado.
A menudo, la Palabra de Dios se predicaba todo el día y hasta la noche. Temprano al otro día, aún se podían ver hermanos postrados en el salón de oración, gimiendo por sus pecados. Inclusive algunos tuvieron que ser cargados fuera del salón.
Fue en una de esas noches que el Señor me llamó a predicar a la edad de ocho años. Estuve en el Espíritu por horas, quebrantado y llorando, mientras que la Palabra de Dios cobraba vida en mi corazón. El regreso de Cristo ardía dentro de mí como una inminente realidad y nunca olvidaré esa maravillosa experiencia.
El testimonio de Dios no es que Su pueblo esté postrado con la cabeza en tierra, llorando ríos de lágrimas. No, el testimonio que Él quiere traer en Su pueblo es de gozo – genuino y duradero gozo. “El gozo de Jehová es vuestra fuerza” (Nehemías 8:10). Este gozo, que es el resultado de las enseñanzas bíblicas y del verdadero arrepentimiento, trae verdadera fortaleza al pueblo de Dios y atrae a los pecadores a Su casa.
La mayoría de los cristianos nunca asocian el gozo con el arrepentimiento. Pero el arrepentimiento es en realidad el origen de todo gozo en Jesús. Sin arrepentimiento no puede haber gozo. Sin embargo, cualquier creyente o congregación que camina en arrepentimiento será inundado con el gozo del Señor.
TOMADO DE LA WEB DE DAVID WILKERSON
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