viernes, 26 de junio de 2015
El evangelio sencillo
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Evangelio Sencillo - John MacArthur
Es maravilloso cuando una persona viene a Cristo. Ya no está más bajo la tiranía del pecado y la culpa o de la lujuria y el deseo; y deja de estar sujeta a la servidumbre de una existencia sin propósito y sin sentido. Cristo no sólo le da sentido a la vida sino que además devuelve la armonía a nuestra vida espiritual al perdonar totalmente nuestros pecados.
Ahora bien, ¿qué ocurre cuando alguien no quiere establecer una relación con el Dios viviente mediante Jesucristo? ¿Qué ocurre cuando una persona mantiene la farsa de la Navidad, rindiendo honores a un suceso pero sin tolerar al individuo en el cual ese suceso encuentra su sentido? Si recibir a Jesucristo trae como consecuencia una vida abundante y eterna, entonces no recibir a Jesucristo trae como consecuencia recibir la maldición de Dios.
En este pasaje de Juan 8 vemos que Jesús hace algunas declaraciones muy inquietantes. Debo admitir que algunas de esas declaraciones hacen que este pasaje me sea difícil de analizar no digamos ya de comprender. A veces quisiera exclamar junto con Richard Baxter: “¡Ay, qué no diera por un infierno vacío y un cielo lleno!” No es mi deseo. Ni es el deseo de Jesús que alguien entre al infierno puesto que Dios no quiere, como nos dice Segunda de Pedro 3:9, que ninguno perezca sino que todos procedan al arrepentimiento. No es condenación sino más bien advertencia de lo que Jesús habla en estos versículos.
Debemos señalar que las personas que son cristianas de dientes para afuera, a la misma vez que rechazaron a Cristo, participan en el más insensato de los juegos. Será comparable a los pasajeros a bordo del Lusitania dando una fiesta mientras seguían ignorando la realidad de la amenaza alemana. Si las personas realmente supieran que su destino eterno lo decide Cristo a quien en realidad rechazaron, dudo que tuvieran mucho que celebrar. La Biblia deja bien claro que no existe neutralidad en este asunto. Jesús lo planteó de forma clara y sucinta cuando dijo en Mateo 12:30 “El que no es conmigo, contra Mí es.”
Ya desde el primer grupo de escritos que nos brinda la Biblia, el Pentateuco, Moisés establece este patrón que continúa ininterrumpidamente hasta el libro de Apocalipsis. Lo vemos por ejemplo en Deuteronomio 30:19: “A los cielos y la tierra llamo por testigos hoy contra vosotros, que os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues.” Aquí están las mismas cosas que vemos a todo lo largo de las Escrituras. Vida o muerte. Bendición o maldición.
En Josué 24:15 dice: “Escogeos hoy a quién sirváis. Si a los dioses a quienes sirvieron vuestros padres cuando estuvieron al otro lado del río o a los dioses de los amorreos en cuya tierra habitáis: pero yo y mi casa serviremos a Jehová.” Tenemos dos opciones: servir al Dios verdadero o servir a dioses falsos.
En Juan 3:18 dice: “El que en Él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado.” Sólo tenemos dos opciones: o somos condenados al infierno o no somos condenados. El kit de la cuestión es si creemos. El motivo de la condenación aparece al final del versículo. “Porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios.”
El libro de Apocalipsis concluye con una invitación. Ahí en el capítulo 22 versículo 17 de Apocalipsis, Juan escribe: “Y el Espíritu y la Esposa dicen: “Ven”. Y el que oye, diga: “Ven.” Y el que tiene sed, venga. Y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente.” Aquí aparece nuevamente la opción de escoger uno de los dos caminos.
El otro día, uno de mis hijos me preguntó: “¿Papá es verdad que sólo hay dos lugares a donde puede decir cuando te mueres, al cielo o al infierno?” Yo le dije: “Así es. Sólo dos. El cielo o infierno.” No existe terreno neutral, ni purgatorio, ni lugar de espera.
El infierno podrá tener distintos nombres en lo que se refiere a su forma definitiva e identidad pero sólo hay dos lugares: el cielo, donde está Dios o el infierno, donde Dios no está. Puede que conozcan la antigua frase “la culpa es sólo suya.” Eso en realidad es bíblico. Y puede haber una gran discusión teológica con respecto a quién es responsable de que las personas sean salvas, si es Dios o si el hombre tiene algo que ver en esto; pero no hay duda de quién es responsable en la Biblia de que las personas vayan al infierno. Porque dice que el nombre es quien escoge.
Jesús corroboró la realidad de que los hombres escogen el infierno cuando enfrentó a algunos de los judíos diciéndoles ahí en Juan 5:39 y 40: “Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de Mí; y no queréis venir a Mí para que tengáis vida.” La responsabilidad de no escoger a Cristo es nuestra. En Romanos 1:20, Pablo dice que los hombres no tienen excusa.
En Juan 16:8 y 9 dice: “Y cuando Él -esto es el espíritu Santo- venga, convencerá al mundo de pecado por cuanto no creen en Mí.” No creer en Cristo es el mayor de todos los pecados. En Apocalipsis 2:21, el Señor condena a Jezabel, quien está induciendo a la Iglesia de Tiatira al error diciendo: “Y le he dado tiempo para que se arrepienta pero no quiere arrepentirse de su fornicación.” En otras palabras, Dios ha llamado al arrepentimiento. Y cuando las personas no se arrepienten ni van con Él con fe es culpa de ellas mismas y ellas son responsables de esa decisión.
Ahora, en Juan 8, en el versículo 21 observamos una poderosa declaración de parte de Jesús dirigida a los líderes judíos. Ahí el Señor dice: “Otra vez les dijo Jesús: “Yo me voy y me buscaréis, pero en vuestro pecado moriréis. Adonde yo voy, vosotros no podéis venir.”” Aquí Jesús está haciendo una declaración muy fuerte acerca del hecho de que Él irá al cielo y ellos no.
Ya cuando llegamos al capítulo 8, Él puede hacer tal advertencia porque ellos han recibido información suficiente como para haber tomado una decisión con respecto a Él. Durante ocho capítulos, Juan ha estado describiendo la manifestación de Dios mismo en Cristo al registrar las numerosas maravillas que Él había realizado en Galilea y Jerusalén. Además, Jesús ha dicho muchas cosas sorprendentes. Su reclamo de ser Dios está claro. Nadie debe dudarlo.
De hecho, más adelante, Jesús les dice a aquellos judíos que estaban evaluando Su ministerio que ellos deberían creer en Él por las palabras y las obras que Él había dicho y hecho como lo vemos ahí en Juan 10:37 al 38, 14:10 al 11. A lo largo de estos capítulos vemos Sus obras y escuchamos Sus palabras una y otra vez. En el capítulo 1, Juan lo presenta como Dios encarnado quien, de acuerdo con el versículo 14, fue hecho carne y habitó entre nosotros como el Unigénito del Padre.
En Juan 2, realizó Su primer milagro en Canaán al convertir el agua en vino. En Juan 4 lo vemos revelar la vida personal de una mujer a la que no conocía y hablar sobre el hecho de que Él era el agua viva. En Juan 5, oímos Su diálogo con los fariseos cuando afirma que es Dios a quien el Padre ha encomendado hacer el Juicio final. En Juan 6, lo vemos hacer muchos milagros durante todo el día; incluso alimentará a miles de personas en un monte de Galilea. En Juan 7 se dirige a Jerusalén y las cosas que allí dice siguen confirmando que Él es Dios. En Juan 8 perdona el pecado y afirma que Él es la luz del mundo.
Todas estas palabras y obras, señales y maravillas debieron ser suficientes para suscitar fe sincera y confianza en quién Él era. Y opinión de Jesús, la persona que estuviera viendo, que estuviera oyendo y experimentando aquellas cosas y aún así no creyera, carga ella sola con la culpa de su propio pecado. No tienen excusa. Aunque Jesucristo atendió las necesidades físicas de muchas personas, ellas seguían rechazándolo no queriendo tener que enfrentar la necesidad espiritual de arrepentimiento y de creer en Él.
En Galilea, al principio no siguieron grandes multitudes porque Él las alimentaba y sanaba. Pero cuando comenzó a establecer algunos principios para la vida y a inmiscuirse en sus pecados, dejaron de querer coronarlo rey. Cuando fue a Jerusalén, sucedió lo mismo. Grandes multitudes lo seguían a todas partes. Pero en cuanto comenzó a desviarse de lo físico hacia lo espiritual y a combatir el pecado en el corazón de las personas, las multitudes comenzaron a desvanecerse hasta que finalmente el único gentío que quedó fue el de un grupo de fariseos tratando de idear una forma de matarlo.
Un rechazo tan trágico como ese se resumen las palabras de Juan en el capítulo 1, versículo 11: “A los Suyos vino y los Suyos no le recibieron.” Los judíos fueron responsables de sus conclusiones acerca de Cristo. Igual que lo somos usted y yo y todas las demás personas. Aunque algunos sí creyeron, Juan 7:40 al 41 nos dice que hubo otros que no. “Entonces, algunos de la multitud, oyendo estas palabras, decían: Verdaderamente éste es el profeta. Otros decían: Este es el Cristo. Pero algunos decían: ¿De Galilea ha de venir el Cristo?” A algunos que lo rechazaron Jesús les dijo en Juan 5:40: “Y no queréis venir a Mí para que tengáis vida.” Pero ellos no tenían a quién echarle la culpa sino a ellos mismos.
Como pasa con todos los que han tenido una revelación completa y aún así se apartan de la Verdad como los que vemos en Hebreos 6:10. Aunque la incredulidad de los escribas y los fariseos se pone de manifiesto en su deseo de matar a Jesús, el versículo 20 dice que nadie le aprendió porque aún no había llegado Su hora. Impedidos por Dios de darle muerte en aquel momento, Jesús los enfrenta en el versículo 21. Y les dice: “Yo me voy y me buscaréis. Pero en vuestro pecado moriréis. Adonde Yo, voy vosotros no podéis venir.” Esta confrontación revela el trágico resultado de rechazar a Jesucristo. Morir en nuestros pecados. Ése es el resultado.
Jesús hizo alusión a esto en el capítulo anterior cuando dijo: “Todavía un poco de tiempo estaré con vosotros -en Juan 7:33- e iré al que me envió. Me buscaréis y no me hallaréis. Y a donde Yo estaré, vosotros no podréis venir. Entonces, los judíos dijeron entre sí: “¿Adónde se irá este que no le hallemos? ¿Seguirá a los dispersos entre los griegos y enseñará a los griegos?”
Mientras que en el capítulo 7 los judíos estaban sinceramente confundidos en cuanto a lo que Él quería decir, en el capítulo 8 se volvieron cínicos realmente cuando Jesús repite esencialmente la misma advertencia. Y les dice en Juan 8:22: “Decían entonces los judíos: ¿Acaso se matará a sí mismo?…” Pero el cinismo de ellos sólo sirve para revelar su falta de entendimiento. Jesús sólo estaba diciendo que Él iría al Padre en el cielo y que ellos no podrían hacerlo porque estarían en el infierno al haberlo rechazado. Si ellos lo buscaban a Él demasiado tarde, su búsqueda sería en vano.
La gracia que Dios derrama sobre los que lo rechazan tiene un límite. Amós 8:11 y 12 dice: “He aquí vienen días, dice Jehová el Señor, en los cuales enviaré hambre a la tierra. No hambre de pan ni sed de agua sino de oír la palabra de Jehová. E irán errantes de mar a mar, desde el norte hasta la oriente discurrirán buscando palabra de Jehová, y no la hallarán.” Lo mismo es válido para su Evangelio sobre Cristo.
En Proverbios 1:24 al 31 se personifica la sabiduría divina apartándose de quienes la rechazan. Y el escritor dice: “Por cuanto llamé, y no quisisteis oír, extendí Mi mano; y no hubo quien atendiese, sino que desechasteis todo consejo Mío y Mi reprensión no quisisteis, También yo me reiré en vuestra calamidad, y me burlaré cuando os viniere lo que teméis; cuando viniere como una destrucción lo que teméis, Y vuestra calamidad llegare como un torbellino; Cuando sobre vosotros viniere tribulación y angustia. Entonces me llamarán, y no responderé; Me buscarán de mañana, y no me hallarán. Por cuanto aborrecieron la sabiduría,
Y no escogieron el temor de Jehová, ni quisieron Mi consejo, Y menospreciaron toda reprensión mía, comerán del fruto de su camino y serán hastiados de sus propios consejos.” En otras palabras, cuando el día de gracia haya terminado, quienes hayan rechazado la sabiduría de Dios serán responsables y pagarán las consecuencias que ellos mismos se ganaron.
Es como el prisionero a quien el rey le ordenó hacer una cadena; cada día le añadía otro eslabón hasta que finalmente lo amarraron con su propia cadena. Así sucede con los pecadores que rechazan a Cristo. Ellos generan en su vida su propia catástrofe final.
Ahora, mientras que la muerte de Jesús lo llevaría al Padre, no sucedería así con la muerte de quienes lo rechazaron a causa del pecado. ¿En qué pecado estaba pensando Jesús cuando les dijo a los fariseos que ellos morirían en su pecado? Es en el pecado de rechazar a Cristo. Juan 16:8 y 9 dice que el Espíritu Santo convencerá al mundo de pecado por cuanto no creyeron en Cristo. Si quieren racionalizar y decir bueno, yo no cometo ningún pecado. Soy una buena persona y trato de hacer todo lo que puedo. Eso no servirá de nada porque si nunca han recibido a Jesucristo, ése es el pecado mayor.
Por eso es que Jesús dice que quienes lo busquen demasiado tarde morirán con sus pecados sin perdonar. Ése es el desastre supremo porque esa persona está destinada al infierno. Los líderes judíos sí buscaron el cielo durante toda la vida, pero lo buscaron en el lugar equivocado. En vez de buscarlo a los pies de Jesús, lo buscaron en su propia supuesta superioridad moral.
Romanos 10:17 dice que la fe se obtiene oyendo el mensaje acerca de Cristo; pero en lugar de buscarlo ahí, lo buscaron en sus propios libros, leyes y rituales. No sólo lo buscaron en el lugar equivocado sino que lo buscaron de la forma equivocada. En Romanos 10:2 Pablo dice acerca de los judíos: “Porque yo les doy testimonio de que tienen celo de Dios pero no conforme a ciencia.” Ellos estaban buscando a Dios según su propio sistema y estaba lejos de pasar una búsqueda sincera.
Jeremías 29:13 dice: “Me buscaréis y me hallaréis. Porque me buscaréis de todo vuestro corazón.” Los escribas y los fariseos no buscaban a Dios de todo corazón porque habían dedicado todo su corazón a la presuntuosa difusión de su propia aparente superioridad moral. Y entonces, muchos de los judíos estaban buscando en el lugar equivocado y la forma equivocada. Y lamentablemente, también buscaron en el momento equivocado. Estoy seguro que ha habido infinidad de personas que cuando ya era demasiado tard,e comenzaron a buscar el cielo luego de que la sentencia contra ellos ya había sido dictada a causa de su continuo rechazo.
Jesús trató de expresar lo aterrador del infierno con algunas de Sus parábolas. Por ejemplo, en Mateo 13:40 al 43, Jesús dijo: “De manera que como se arranca la cizaña, y se quema en el fuego, así será en el fin de este siglo. Enviará el Hijo del Hombre a Sus ángeles, y recogerán de Su reino a todos los que sirven de tropiezo, y a los que hacen iniquidad, y los echarán en el horno de fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes. Entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de Su Padre. El que tiene oídos para oír, oiga.”
Sólo hay dos lugares en donde pasar la eternidad. El infierno, donde hay lloro y crujir de dientes o el cielo, donde resplandecerá como el sol. Y Jesús dice que si se tiene oídos, más vale oír. Es una advertencia espeluznante.
Cuando Jesús advierte a los judíos en este pasaje no está desmoralizándolos al dar por terminada de manera soberana Su elección y al ponerle fin a toda posibilidad de salvación para ellos. Él simplemente está advirtiéndoles de las consecuencias de su elección actual.
Cuando ustedes oigan a las personas criticar a Dios por hablar de esta forma negativa, diciendo que Dios no es un Dios de amor, no lo crea ni por un instante. Dios es tan misericordioso y nos ama tanto, que nos advierte. Nunca nadie ha ido al infierno que no haya escogido ir allí. Pero, Dios no va a verse obligado eternamente con alguien que no lo quiere.
Ahora bien, hay cuatro elementos que yo veo en Juan 8: 21 al 30 que le muestran a una persona que puede morir en su pecado.
Veamos el primero: creerse moralmente superior. Creerse moralmente superior. La primera forma de garantizar que una persona morirá en su pecado y no irá a la casa del Padre en los cielos con Jesús es estar convencido de que no necesita ser salvo. Que está espiritualmente bien. Quienes niegan la necesidad de un Salvador son las personas más difíciles de llegar a ellas. Las personas que afirman ser justas aparte de Cristo y dicen: yo pertenezco a un grupo especial; o yo soy uno de los 144,000; o yo tengo documentos que dicen que soy una persona justa, sólo se engañan a sí mismas. Las personas que se creen moralmente superiores, que han desarrollado un sistema que ellas creen que les da derecho a entrar en la presencia de Dios son las personas más difíciles de convencer de que necesitan un Salvador porque ya piensan que están bien. Satanás es astuto. Cuando monta un falso sistema basado en los logros humanos y la justicia basada en las obras lo hace de manera tan compleja y supuestamente bíblica que resulta enormemente engañoso. Las personas quedan cautivadas por las sectas y suponen equivocadamente que pueden alcanzar la justicia por lo que hacen. Pero nadie viene jamás a Cristo si no lo ve como un Salvador que lo libra del pecado y no se ve a sí mismo como un pecador que necesitan ser librado de sus pecados.
Los judíos que Jesús enfrentó se creían moralmente superiores, como puede verse por la respuesta. Jesús acababa de advertirles con amor y la respuesta de ellos fue una burla hay en el versículo 22 cuando dicen: “Decían entonces los judíos: ¿Acaso se matará asimismo que dice a adonde yo voy vosotros no podéis venir? Ellos insinuaron que Jesús iba a suicidarse. Los judíos creían que el suicidio era el peor de los pecados para el cual estaba reservada la parte más oscura del Hades. Las personas que se suicidaban no tenían posibilidad de entrar jamás al seno de Abraham de acuerdo con Lucas 16:22. Por lo tanto, los judíos llegaron a la conclusión de que si Jesús se mataba, iría al Hades; el lugar opuesto donde ellos suponían que irían. Ellos ni siquiera en entendieron lo que Jesús estaba realmente diciendo. Se creían tan superiores moralmente al haber sistematizado su religión de manera tan cuidadosa, que creían que serían ellos los que pagarían el cielo. No obstante, Jesús misericordiosamente les advierte con el anuncio de su inminente condenación. ¿Hasta donde podía llegar su sordera?
Si ustedes leen todo el Nuevo Testamento, se verían en apuros para encontrar un relato sobre la conversión de un fariseo. Hay algunos, pero no muchos porque eran personas muy difíciles de alcanzar con la verdad bíblica. Los judíos tenían razón al llegar a la conclusión de que Jesús iba a morir. Sin embargo, estaban completamente equivocados al pensar que Su muerte sería por suicidio. Al contrario, sería una ofrenda de sacrificio de sí mismo al ofrecerse voluntariamente para ser crucificado. Hechos 2:23 dice: “A éste, entregado por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios, prendisteis y matasteis por manos de inicuos, crucificándole.” Él fue asesinado, no se suicidó. Pero Él fue una víctima voluntaria para llevar a cabo la redención. La superioridad moral es la gran mentira de Satanás. La realidad es que usted se salva por Cristo. La mentira es que usted se salva por cualquier cosa que no sea Cristo. Esa mentira puede venir en todo tipo de envoltura.
Se puede ser salvo siguiendo determinadas reglas, realizando rutinas específicas, perteneciendo a un sistema en particular, siendo lo bastante bueno para que superen el peso de sus deficiencias. Existe una infinidad de sistemas posibles para contrarrestar la única verdad; y todos son parte de la gran mentira de Satanás. Si Satanás logra introducir a alguien en un sistema que dice que ellos son justos, es muy difícil sacarlos de ese sistema.
Una razón es que el fariseísmo es arrogante. Me recuerda lo que dijo Job a los que lo juzgaban ahí en Job 12 2.2: “Ciertamente vosotros sois el pueblo y con vosotros morirá la sabiduría.” Proverbios 12:15 dice: “El camino del necio es derecho en su opinión.” Lucas 16:15 dice: “Lo que los hombres tienen por sublime delante de Dios es abominación.” Cuando los hombres creen en la mentira de Satanás y desarrollan un sistema que para ellos tiene mucho valor, es una abominación ante Dios. La salvación nunca puede alcanzarse por medio de las buenas obras y los rituales religiosos. Luego, la primera manera de morir en los pecados es pretenderse moralmente superior y reírse de cualquiera que hable del pecado del infierno. Y el mundo hace eso constantemente. Se burla de Jesús al reírse de Sus advertencias acerca del infierno. No toma en serio al infierno cuando disfrazan a los niños en Halloween. Se niega a reconocer su pecado y su necesidad de recibir el perdón de Cristo mientras confía en las buenas obras o en una religión propia para lograr la salvación. La persona que se enfrasca en la clase de sistemas farisaicos que el mundo brinda y hace una institución religiosa como el mormonismo o los testigos de Jehová, un sistema propio, se puede volver muy agresivo una vez que se entrega a ello.
Por ejemplo, yo leí un artículo que una persona escribió a un periódico en Melbourne después de que oyó predicar a Billy Graham, el cual decía que después de haber oído a Billy Graham por la radio, de haberlo visto por televisión y haber leído informes y cartas respecto de su misión, “estoy totalmente harto del tipo de religión que insiste en que mi alma y las de todo lo demás necesitan ser salvas, sea lo que sea que esto significa. Nunca he sentido que estoy perdido ni siento que diariamente me revuelco en el lodo del pecado, aunque la prédica repetitiva insista en que sí. Denme una religión práctica que enseña ternura y tolerancia, que reconoce que no existen barreras de raza o credo, que no olvida a los ancianos y enseña bondad y no pecar a los niños. Si para salvar mi alma he de aceptar tal filosofía como la que he oído predicar recientemente, prefiero permanecer condenado para siempre.” Fin de la cita.
Esto sí es estar en una posición precaria. Evidentemente, el hombre ha desarrollado un sistema en el cual él cree que está libre de culpa y pecado ante Dios y por tanto se burla sin temor de la Verdad. Esa carta, refleja exactamente la actitud de los fariseos y lo de los escribas. Con el deseo de hacer un análisis correcto de la situación, Jesús respondió a sus burlas en Juan 8:23 y les dijo: “Vosotros sois de abajo, Yo soy de arriba.” Jesús entendió las intenciones de sus burlas, de que Él se mataría y descendería al Hades, pero de hecho, Jesús les dice que son ustedes los que son del Hades, Yo soy de arriba. Es a la inversa. Con esta respuesta tajante, Jesús no quiere decir que eran literalmente del Hades. Él quiere decir que su falta de fe, hipocresía, falsa religión ignorancia y fariseísmo deliberado fueron generados por el enemigo. Él hace una distinción clara de que ellos están siguiendo a Satanás mientras que Él sigue a Dios. Ellos eran, como lo son todas las personas faltas de fe en este mundo, de abajo en el sentido de que eran parte del sistema del mal.
En Juan 8:44, Jesús les dijo: “Vosotros sois de vuestro padre el diablo.” Tales personas rigen sus vidas, como dice Efesios 2:2, conforme al príncipe de la potestad del aire.
Mientras que el no creyente es guiado sin darse cuenta por Satanás desde abajo, el creyente es guiado desde arriba porque su ciudadanía está en los cielos como dice Filipenses 3:20 y reside posicionalmente en los lugares celestiales, como dice Efesios 1:3.
Estamos vinculados ya sea al cielo o al infierno mientras estamos vivos en virtud de con quién nos identificamos. Por tanto, al advertir a los fariseos, Jesús les dio la verdadera dimensión de las cosas al decir en efecto: las raíces de ustedes corren hacia abajo, al Hades, porque el estilo de vida de ustedes lo pone de manifiesto. Más vale que reconozcan la fuente de su sistema religioso. Si quieren morir entonces en sus pecados, simplemente sigan la actitud de los fariseos.
Y ¿cuál es? Crean que no necesitan a Cristo como El Salvador, supongan que están bien, que tienen todos los problemas resueltos y que alcanzarán la justicia. Convénzase de eso y morirán en sus pecados.
Hay una segunda manera de morir en sus pecados. Y es estar atado a los intereses terrenales. Estar atado a los intereses terrenales. En Juan 8:23, Jesús dice: “Yo soy de arriba, vosotros sois de este mundo. Yo no soy de este mundo.” Jesús aquí establece otra comparación. Él les dice a los fariseos que ellos son partes del sistema del mundo del cual Él no es parte. El término mundo simplemente se refiere al reino espiritual invisible del mal. Usamos la palabra para identificar un sistema particular tal como el mundo de la política, el mundo de los deportes y así sucesivamente. El sistema que Jesús tiene en mente aquí es el sistema del mal, opuesto a Dios y Cristo. Si ustedes quieren estar seguros de que morirán en sus pecados, simplemente sean parte del sistema del mundo y acepten lo que éste ofrece. Entonces, podrán ser clasificados como hijos de este siglo de acuerdo con Lucas 16:8, atrapados en este presente siglo malo de acuerdo con Gálatas 1:4, del cual Jesús busca librar a los hombres. En oposición a la verdad de Dios, el mundo propaga sus propios sistemas farisaicos.
El sistema pudiera caracterizarse de la siguiente manera: es materialista y humanista, que cree que el hombre va a resolver los problemas por sí solo iba a gobernar su propio destino. Está ensimismado en su preocupación con el sexo. Lo atormentan la ambición carnal, el orgullo, la avaricia, los cielos, la envidia, la complacencia propia, el deseo egoísta, el crimen, etcétera. Sus opiniones son erróneas. Sus objetivos son egoístas. Sus placeres son pecaminosos. Sus influencias son desmoralizantes. Su política es corrupta. Sus honores son vacíos. Su sonrisa son falsas y su amor es inconstante. Además, está en proceso de disolución. Según Primera de Juan 2:17 el mundo pasa, se autodestruirá.
Jesús identifica a los que se burlan de Él como parte del sistema del mundo. Eran almas pecaminosas. Egoístas y atadas a la tierra. Controladas por los dictados del sistema del mal dirigido por Satanás. Ellos se habían apartado de Jesucristo con un abismo de por medio que era infranqueable. Aunque eran religiosos, y quizás hasta humanitarios en el fondo, seguían siendo parte del sistema del mal de Satanás opuesto a Dios. Jesús simplemente les está diciendo que morirán en sus pecados por dos razones: en primer lugar, pretenden ser moralmente superiores. Y en segundo lugar están totalmente sumidos en el sistema. Ustedes compran cualquier cosa que el mundo esté vendiendo.
Hay una tercera manera de morir en sus pecados: ser incrédulo. Ser incrédulo. En Juan 8:24, Jesús dice: “Por eso os dije que moriréis en vuestros pecados. Porque si no creéis que Yo soy, en vuestros pecados moriréis.” Luego, la tercera manera de estar seguro de que morirán en sus pecados es ser incrédulo del Evangelio. No hay que salir a matar a nadie ni ser malo para ir al infierno porque el infierno no es sólo para los criminales y delincuentes, es para todos los que no aceptan a Cristo. Si ustedes no aceptan a Cristo en esta vida, Dios no los va a obligar a vivir para siempre con Él en la eternidad.
Ustedes dirán ¿qué debo creer? Recuerdo una canción que fue popular llamada “Yo creo,” que repetía una y otra vez las palabras ‘yo creo.’ ¿Yo creo en qué? Otra canción decía: “yo creo en creo la música.” Si eso es en lo único en lo que usted cree, usted está metido en un problema. La misma clase de fin preciso mal encausada cuando se le pregunta a una persona si está en Cristo y la persona responda sí, yo creo en Cristo, Él vivió, etc. etcétera. Pero Jesús tenía algo más categórico en mente. Fíjense en lo que dice si no creéis que ‘Yo soy.’ No basta con creer que Jesús es el que uno piensa que es. Es preciso que Él es el que dijo ser. Él dijo que era Dios en frases tales como ‘Yo soy el pan de vida’ en Juan 6:35. En Juan 6:35: “El que cree en Mí no tendrá sed jamás.” En el 8:12: “Yo soy la luz del mundo.” En el 10:11: “Yo soy el buen pastor.” En el 10:9: “Yo soy la puerta.” En el 11:25: “Yo soy la resurrección y la vida.” En el 14:6: “Yo soy el camino y la verdad y la vida.” Puesto que Jesús se estaba identificando con Dios, la fe salvadora no sólo se convierte en cuestión de apartarse del pecado sino de confiar en el Hijo también.
Es cuestión de creer que Jesús es quien dice ser. Ustedes se preguntarán si morirán en sus pecados a menos que crean que Él es todo lo que dice ser. Así es. Ustedes deberían averiguar quién Él dijo ser porque Romanos 10:17 dice que la fe llega por el oír el mensaje acerca de Cristo. Nunca podrán tener verdadera fe a menos de que oigan la verdad acerca de Cristo. La fe verdadera es el resultado de oír y creer con el corazón que Jesús es quién Él dijo ser y que Dios verificó lo que decía levantándolo de los muertos como dice Romanos 10:9. Jesús les promete a Sus opositores que morirán con sus pecados sin perdonar si no creen que Él es quien dice ser. ¿Y quién es? Él es Dios en carne humana.
El no creer y apartarse echa por tierra las esperanzas y deja sólo el sombrío presagio del infierno. En una ocasión en que iba en un avión, un hombre me preguntó cuando supo que yo era maestro de temas bíblicos y me dijo: “¿cómo se convierte un cristiano? Entonces, compartí con el Evangelio diciéndole que debía creer que Jesús es quien dice ser. Dios en carne humana, el Salvador que murió por sus pecados y resucitó. Una persona puede ir al infierno y permanecer allí eternamente sólo por no creer estas pocas cosas.
La fe en Cristo viene de oír el mensaje acerca de Él y si no se ha oído lo suficiente, entonces se debe leer más o buscar a alguien que pueda explicarlo. No tiene sentido ir al infierno por algo que se dejó de hacer. Porque no creer es igual a rechazar. Así lo dijo el Señor en Mateo 12:30: “El que no es conmigo, contra Mí es.” No sean como los fariseos que debieron haberlo reconocido pero siguieron burlándose.
Finalmente, llegamos a la cuarta manera de morir en sus pecados. Ser deliberadamente ignorantes. Ser deliberadamente ignorante. Cuando alguien oye una exposición sobre Cristo pero no deja que se le quede en la memoria, esa persona es deliberadamente ignorante. Los líderes judíos tenían suficientes pruebas acerca de Cristo pero ellos simplemente se negaron a creer y en su ignorancia elegida por ellos hasta se burlaron de Él. Ellos fueron deliberadamente ignorantes de la identidad de Cristo. Juan 8:25 dice: “Entonces le dijeron: “¿Tú quién eres?”” Lejos de ser una pregunta sincera, pudiera parafrasearse de la siguiera manera: “¿Quién te crees que eres, socio?” Estás diciendo cosas bastante ridículas; que sí vamos a morir en nuestros pecados. ¿Sabes con quién estás hablando? Nosotros somos la elite espiritual. ¿Quién te crees que eres? Tú eres un don nadie de Nazaret que ha venido a decirles aquí a los líderes de Nazaret cómo dirigir las cosas. ¿Quién te da el derecho de asumir el rol de igualdad con Dios?
Este tipo de ignorancia deliberada se manifiesta en otros pasajes de las Escrituras. Juan 8:19 dice que ellos le dijeron: “¿dónde está Tu Padre? Respondió Jesús ni a Mí ni me conocéis ni a Mi Padre. Lo que Jesús está diciendo es lo siguiente: ustedes son incurablemente ignorantes. Se creen que conocen a Dios pero realmente no lo conocen. Y piensan que Yo soy un farsante. No me conocen a Mí tampoco. Ustedes son incapaces de reconocer la Verdad porque están sumamente dominados por el pecado. Se acuerdan del ciego que se curó en Juan 9 y que todos los líderes judíos se preguntaban cómo era que podía ver. Reconocían su incredulidad en el poder de Jesús. El versículo 30 dice: “Respondió el hombre y les dijo: “Pues esto es lo maravilloso, que vosotros no sepáis de donde sea y a mí me abrió los ojos.” El ciego tenía más sentido común que los líderes judíos. Porque esos líderes desearon ignorar la Verdad.
El infierno se llenará de personas que estarán allí simplemente porque quisieron ser ignorantes y no desearon que Jesús tuviera parte sobre su vida. No quisieron conocer la Verdad. Estaban satisfechos con lo que ya creían. Al judío de mentalidad cerrada que cuestionó Su autoridad, Jesús le dijo: el que quiera hacer la voluntad de Dios conocerá si la doctrina es de Dios o si Yo hablo por mi propia cuenta, ahí en Juan 7:17. En otras palabras, la Verdad está disponible para el corazón deseoso. Pero ellos no estaban deseosos.
Ustedes dirán, ¿pero cómo pueden las personas ser así? La respuesta se expone de manera sencilla en Juan 3:19. Los hombres son así porque aman su pecado. Los hombres amaron más las tinieblas que la luz porque sus obras eran malas. Por sus pecados, los fariseos no quisieron exponerse. Se sentían tan ufanos en su pretendida superioridad moral y siguieron empedernidos en deliberada ignorancia que le dieron de espaldas a la Verdad. Esto es trágico porque los coloca en la categoría de los que han recibido suficiente información para creer en la Verdad, la han rechazado y van a recibir un castigo mayor que los demás. Como dice Hebreos 10:29, ¿cuánto mayor castigo pensáis que merecerá el que pisoteare al hijo de Dios y tuviere por inmunda la sangre del pacto en la cual fue santificado e hiciere afrenta al Espíritu de gracia?” En otras palabras, el mayor castigo en el infierno está reservado para las personas que conocían la Verdad pero la pisotearon.
Aquellos judíos también eran deliberadamente ignorantes de la autoridad de Cristo. Juan 8:25 al 27 dice: “Jesús les dijo: ‘Lo que desde el principio os he dicho. Muchas cosas tengo que decir y juzgar de vosotros; pero el que me envió es verdadero; y Yo, lo que he oído de Él, esto hablo al mundo.’ Pero no entendieron que les hablaba del Padre.” Debido a la que los judíos se niegan a aceptar lo que Jesús había estado diciendo, Jesús no les aporta ninguna otra revelación. Pero sí dice que tiene palabras de juicio que decir respecto de ellos que vienen del Padre que en el 5:22 dice “todo el juicio dio al Hijo.” La ignorancia deliberada trae juicio igual que la incredulidad. Las actitudes terrenales, igual que las pretensiones de superioridad moral. Y los fariseos se caracterizaban por todas ellas.
En su ceguera espiritual, no reconocían quién era Él ni entendían que Él les hablaba de Dios el Padre. Ellos simplemente pensaron que les hablaba acerca de un juicio suyo. El juicio es un resultado terrible para los que continuamente se niegan a oír la Verdad. Es por eso que en Mateo 13:9 Jesús advirtió: “el que tiene oídos para oír, oiga.”
Los judíos también dieron prueba de su deliberada ignorancia de la inmortalidad de Cristo. En Juan 8:28: “Les dijo, pues, Jesús: ‘Cuando hayáis levantado al Hijo del Hombre, entonces conoceréis que Yo soy, y que nada hago por Mí mismo, sino que según me enseñó el Padre, así hablo.’” ¿Cómo iban a saber eso los judíos? Preguntarán ustedes. ¿Qué hizo el Padre a la muerte de Cristo para verificar la afirmación que Él había hecho? Lo levantó de los muertos. La Biblia nos enseña esto reiteradamente. De hecho, Jesús dice: “Cuando llegue Mi resurrección, entonces tendrán que mirar mis afirmaciones con sinceridad.” Y muchos judíos lo hicieron.
Cuando se supo que Jesús había resucitado, nació la Iglesia y literalmente miles de personas en la ciudad de Jerusalén sí vieron la luz y creyeron, como lo vemos en Hechos, capítulos dos y tres. Una gran respuesta. Quizás en esa muchedumbre ante Jesús había algunas personas que más tarde fueron parte de esta iglesia primitiva.
Finalmente, la afirmación del versículo 29 muestra que muchos de los judíos eran deliberadamente ignorantes de la unidad de Cristo. Dice ahí: “Porque el que me envió, conmigo está. No me ha dejado solo el Padre; porque Yo hago siempre lo que le agrada.” Los fariseos no podían comprender la unidad de Cristo con Dios. Por lo que Jesús dice: “Ustedes sabrán que el Padre está conmigo y me ha enviado y que todo lo que dije es cierto en el día en el que sea alzado para ser crucificado. Porque el resultado de la muerte será la resurrección. Pero por el momento, no lo sabían. Muchos nunca lo supieron y por consiguiente murieron en sus pecados para ser separados de Dios por toda la eternidad.
Ojalá pudiéramos transportarnos en una cápsula de tiempo y conocer a esas personas para que pudiéramos la tragedia de rechazar a Dios. Ustedes tendrían una pequeña idea de la intensidad y lo espantoso de una advertencia como lo que hizo Jesús aquí. Aquellos judíos con pretensiones de superioridad moral, atados a lo terrenal, incrédulos y deliberadamente ignorantes no tenían que morir en sus pecados. Había y hay otra opción. Como lo vemos en el versículo 30: “Hablándole estas cosas, muchos creyeron en Él.” ¿No se alegran de eso?
No siempre se puede predicar lo positivo. A veces hay que predicar lo negativo porque lo negativo se necesita para llevar a algunos a Cristo. Si ustedes nunca se han entregado a Jesucristo, quedarán separados de Él por un gran abismo que nunca podrá franquear por sí solos. Ni todas las buenas obras, ni el fariseísmo, ni la religión de ustedes serían capaces de hacerlo. La única manera en que este abismo puede franquearse es que ustedes reconozcan sus pecados y reciban al Señor Jesucristo.
Si tienen el deseo en sus corazones de hacer eso hoy, simplemente oren en sus corazones algo así: Dios quiero a Jesucristo como mi Salvador, lo recibo ahora, no quiero morir en mis pecados. Quiero ir adonde estás Tú. Y si lo hacen con toda sinceridad, Él oirá esa oración y la vida de ustedes, como dice Colosenses 1:13, será trasladada al Reino de Su amado Hijo. Si la fe de ustedes es débil, pídanle que los ayude a creer. Si necesitan más información para tomar esa decisión y realmente desean conocerlo a Él, pídanle a Dios que les enseñe la verdad acerca de Cristo.
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