miércoles, 29 de abril de 2015

John F. MacArthur - Orad sin cesar… ¿De verdad?

viernes, 24 de abril de 2015

Orad sin cesar… ¿De verdad?

(1 Tesalonicenses 5)
                 

Los creyentes gozosos también son creyentes de oración. Quienes viven su cristianismo en dependencia gozosa de Dios seguirán reconociendo su insuficiencia; por eso, estarán siempre en actitud de oración. La exhortación de Pablo a los tesalonicenses de orar sin cesar es pues un mandamiento divino para todos los creyentes. Orad es de proseuchomai, la palabra más común en el Nuevo Testamento para la oración (p. ej., Mt. 6:5-6; Mr. 11:24; Lc. 5:16; 11:1-2; Hch. 10:9; Ro. 8:26; 1 Co. 14:13-15; Ef. 6:18; Col. 1:9; 2 Ts. 3:1; Stg. 5:13-14, 16). Comprende todos los aspectos de la oración: sumisión, confesión, petición, intercesión, alabanza y acción de gracias. Sin cesar quiere decir “constantemente” y no define la oración como una actividad perpetua de arrodillarse e interceder, sino como una forma de vida marcada por una actitud de oración continua.

El hincapié que hace el Nuevo Testamento en la importancia de la oración no se puede sobrevalorar. En 1 Tesalonicenses ya había escrito Pablo: “Orando de noche y de día con gran insistencia, para que veamos vuestro rostro” (3:10). Muchas de las otras epístolas paulinas también indican la importancia de la oración (Ro. 12:12; 1 Co. 7:5; Ef. 6:18-19; Fil. 4:6; Col. 4:2; 2 Ts. 3:1; 1 Ti. 2:8).

El fuerte énfasis bíblico en la oración sugiere una lista de motivaciones sustanciales para que los cristianos oren sin cesar. Primero, la motivación más elevada para todos los creyentes es el deseo de glorificar al Señor. Jesús enseñó a los discípulos en su modelo de oración: “Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea Tu nombre. Venga Tu reino. Hágase Tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra” (Mt. 6:9-10; cp. Dn. 9:4-19). Segundo, el deseo de comunión con Dios motiva a los creyentes a orar: “Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, así clama por Ti, oh Dios, el alma mía. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo; ¿cuándo vendré, y me presentaré delante de Dios?” (Sal. 42:1-2; cp. 27:1, 4; 63:1-2; 84:1-2). Jesús dijo que las oraciones de los creyentes se responderían “para que el Padre sea glorificado en el Hijo” (Jn. 14:13; 14).

Tercero, los creyentes orarán para que Dios supla sus necesidades: “El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy” (Mt. 6:11; cp Lc. 11:9-13; 1 Jn. 5:14-15). Cuarto, los cristianos orarán con insistencia por la sabiduría de Dios en tanto vivan en un mundo pecaminoso: “Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada” (Stg. 1:5; cp. Mt. 6:13; 1 Co. 10:13). Quinto, el deseo de liberación de los problemas motiva la oración. Jonás es un ejemplo vívido de dicha motivación: “Entonces Jonás oró al SEÑOR su Dios desde el vientre del pez. Dijo: ‘En mi angustia clamé al SEÑOR, y Él me respondió. Desde las entrañas del sepulcro pedí auxilio, y Tú escuchaste mi clamor’” ( Jon. 2:1-2, NVI; cp. Sal. 20:1). Sexto, todos los cristianos desean aliviarse de preocupaciones y temores. Pablo animó a los filipenses así: “Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús” (Fil. 4:6-7; cp. Sal. 4:1). La séptima motivación es gratitud por las bendiciones pasadas, como oró el salmista:
Oh Dios, con nuestros oídos hemos oído, nuestros padres nos han contado, la obra que hiciste en sus días, en los tiempos antiguos. Tú con Tu mano echaste las naciones, y los plantaste a ellos; afligiste a los pueblos, y los arrojaste. Porque no se apoderaron de la tierra por su espada, ni su brazo los libró; sino Tu diestra y Tu brazo y la luz de Tu rostro, porque te complaciste en ellos. Tú, oh Dios, eres mi rey (Sal. 44:1-4a; cp. Fil. 1:3-5).

Octavo, los creyentes oran para librarse de la culpa del pecado. David lo expresó así cuando escribió: “Pero te confesé mi pecado, y no te oculté mi maldad. Me dije: ‘Voy a confesar mis transgresiones al Señor’, y Tú perdonaste mi maldad y mi pecado” (Sal. 32:5, nvi; cp. Pr. 28:13; 1 Jn. 1:9). Noveno, la preocupación de los creyentes por la salvación de los perdidos les hace orar. Pablo captó esta motivación en sus palabras a Timoteo:
Exhorto ante todo, a que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias, por todos los hombres; por los reyes y por todos los que están en eminencia, para que vivamos quieta y reposadamente en toda piedad y honestidad. Porque esto es bueno y agradable delante de Dios nuestro Salvador, el cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad (1 Ti. 2:1-4; cp. Mt. 9:37-38; Ro. 10:1).

Por último, y con seguridad una motivación tan importante como las demás para que los cristianos oren sin cesar, es su deseo de crecimiento espiritual; el de ellos y de los demás creyentes. La petición de Pablo por los efesios es un modelo en este aspecto:
Por esta causa doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo, de quien toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra, para que os dé, conforme a las riquezas de Su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por Su Espíritu; para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en amor, seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios. Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros, a Él sea gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos. Amén (Ef. 3:14-21; cp

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